Yo y cualquier otro clínico que trate a pacientes con el anticoagulante común warfarina (Coumadin) tenemos un problema. El efecto del medicamento se retrasa. Si calibrar el efecto del fármaco no fuera suficientemente difícil por el retraso, el problema se agrava porque otros medicamentos, como los antibióticos, tienen una reacción cruzada y ralentizan el metabolismo de Coumadin, mientras que los alimentos que contienen vitamina K neutralizan sus efectos.
En consecuencia, la gestión de los efectos de Coumadin como anticoagulante requiere un control frecuente de los análisis de sangre, y acertar es parte del arte de la medicina. Desgraciadamente, con demasiada frecuencia la cifra es alta o baja, lo que aumenta el riesgo de hemorragia o de coagulación.
En los últimos años, los científicos se han acercado cada vez más a un sustituto oral adecuado. Derivado de la saliva de las garrapatas y con un mecanismo totalmente diferente al de Coumadin, se han realizado estudios sobre dos fármacos, el dabigatrán (Pradaxa), un inhibidor directo de la trombina (factor X) que fue aprobado por la FDA el mes pasado para el adelgazamiento de la sangre en pacientes con fibrilación auricular, y el rivaroxabán (Xarelto), un inhibidor del factor Xa que parece estar a punto de ser aprobado. Estos dos nuevos fármacos son fáciles de usar para los pacientes, ya que no requieren análisis de sangre ni una dieta especial. El único inconveniente real de estos fármacos frente a la warfarina es que carecen de un antídoto listo.
Por toda la prensa y la publicidad negativas que se producen cuando un fármaco fracasa, sería apropiado ver un frenesí mediático que diera la bienvenida a estos dos grandes y nuevos fármacos. No lo esperen pronto. Warfarina, haz una reverencia, tu tiempo en la vanguardia está llegando rápidamente a su fin.
Marc Siegel, MD, es internista y profesor de medicina en la Universidad de Nueva York y autor de False Alarm: The Truth About the Epidemic of Fear
From the December 01, 2010 Issue of MM&M – Medical Marketing and Media