Comparación y contraste del realismo clásico y el neorrealismo

Comparación y contraste del realismo clásico y el neorrealismo: Una reexaminación de las teorías de las relaciones internacionales de Hans Morgenthau y Kenneth Waltz

Introducción

Los realistas suelen remontar sus raíces intelectuales al relato clásico de Tucídides sobre la Guerra del Peloponeso en el siglo V a.C. Sin embargo, tendrían que pasar casi 2.500 años para que el estudio de la política internacional se convirtiera en una disciplina académica institucionalizada y para que surgieran los primeros realistas clásicos en el campo recién creado. Entre ellos, el emigrante judío-alemán en Estados Unidos, Hans Morgenthau, fue el que más influyó en este campo. En su obra magna de 1948, La política entre las naciones, Morgenthau formuló un relato del realismo político que dominó los estudios de política internacional durante más de dos generaciones. Con el tiempo, la hegemonía intelectual del realismo clásico de Morgenthau fue sucedida por el padre fundador del neorrealismo, Kenneth Waltz. El intento de Waltz de desarrollar un realismo sistémico y científico en su libro de 1979 Teoría de la política internacional dividió esta escuela de pensamiento en dos bloques: el realismo clásico y el neorrealismo. El propósito de este ensayo es comparar y contrastar estas dos tradiciones realistas a través de las obras de Hans Morgenthau y Kenneth Waltz. El objetivo es desafiar la sabiduría convencional dentro del campo de las RI y presentar una comprensión más sofisticada y matizada de estos dos teóricos.

Este enfoque se estrena por varias razones. El limitado alcance de este ensayo hace que un vasto estudio de las diferentes posiciones realistas y neorrealistas clásicas sea poco práctico y sólo equivaldría a un ensayo muy descriptivo. El enfoque alternativo, que consiste en tratar el realismo y el neorrealismo como bloques monolíticos, también se descarta, ya que existen diferencias significativas entre los estudiosos dentro del mismo bloque realista. Por lo tanto, sería arbitrario agruparlos bajo dos etiquetas predefinidas. Hans Morgenthau y Kenneth Waltz son elegidos como representantes del realismo clásico y del neorrealismo por su reputación como los pensadores más influyentes en su respectiva rama del realismo, algo que quedó demostrado en una reciente encuesta realizada entre el profesorado de las relaciones internacionales (Maliniak et. al., 2007: 17, 19).

Este ensayo se divide en cinco secciones. La primera sección esboza la concepción dominante del realismo clásico y del neorrealismo. La segunda sección compara y contrasta la definición de poder de Morgenthau y Waltz. La tercera sección examina la posición de estos dos teóricos sobre los niveles de análisis. La cuarta sección explora los elementos normativos y críticos del pensamiento de Morgenthau y Waltz. La quinta y última sección de este ensayo resume los argumentos anteriores y argumenta que etiquetar ideas en lugar de individuos es más fructífero a la hora de evaluar el trabajo académico.

La visión ortodoxa del realismo clásico y el neorrealismo

Antes de realizar un análisis de la obra de Morgenthau y Waltz, es necesario destacar cómo se suele representar el realismo clásico y el neorrealismo en la literatura de la L profunda.

Según la visión ortodoxa, el realismo se ocupa del mundo tal y como es realmente y no de cómo debería ser. En otras palabras, es un paradigma empírico más que normativo (Morgenthau, 1956: 4). El realismo también es pesimista y hace hincapié en los patrones recurrentes de la política del poder que se manifiestan en los conflictos, rivalidades y guerras recurrentes (Jackson y Sorensen, 2007: 60). En este mundo sombrío, conceptos como el equilibrio de poder y el dilema de seguridad se convierten en las principales herramientas analíticas realistas (Buzan, 1997: 53). Los realistas de todas las corrientes también consideran al Estado como el principal actor en los asuntos internacionales. Se presta especial atención a las grandes potencias, ya que son las que más influencia tienen en la escena internacional (Mearsheimer, 2001: 17-18). Además, es el interés nacional el que anima el comportamiento de los Estados, ya que son esencialmente egoístas racionales, guiados por los dictados de la raison d’état (Brown, 2005: 30). Por último, los realistas sostienen que la distribución del poder o de las capacidades determina en gran medida los resultados internacionales (Frankel, 1996: xiv-xv).

Sin embargo, existen cuatro diferencias clave entre el realismo clásico y el neorrealismo. En primer lugar, los realistas clásicos sitúan las raíces del conflicto internacional y la guerra en una naturaleza humana imperfecta, mientras que los neorrealistas sostienen que sus causas profundas se encuentran en el sistema internacional anárquico. En segundo lugar, el Estado es ontológicamente superior al sistema en el realismo clásico, en contraste con el neorrealismo, lo que permite un mayor espacio para la agencia en el primer enfoque (Hobson, 2000: 17). En tercer lugar, los realistas clásicos diferencian entre las potencias del statu quo y las potencias revisionistas, mientras que el neorrealismo considera a los Estados como actores unitarios (Schweller, 1996: 155). En cuarto lugar, los neorrealistas intentan construir un enfoque más riguroso y científico para el estudio de la política internacional, muy influenciado por la revolución conductista de los años 60, mientras que el realismo clásico limita sus análisis a las valoraciones subjetivas de las relaciones internacionales (Georg y Sorensen, 2007: 75).

El resto de este ensayo se centrará en los méritos de esta concepción ortodoxa del realismo y rebatirá algunos de los mitos que este proceso ha generado sobre los pensadores realistas. El primer tema que se analizará con este espíritu es la forma en que Morgenthau y Waltz entienden el poder.

Definiendo el poder

Morgenthau y Waltz ven la arena internacional como un escenario competitivo y hostil en el que el poder es la moneda principal. Por eso el concepto de poder está en el centro de su análisis de la política internacional.

John Mearsheimer (1995: 91) resume la visión ortodoxa sobre cómo se define el poder dentro del paradigma realista en la siguiente afirmación: «Los realistas creen que el comportamiento de los Estados está determinado en gran medida por la estructura material del sistema internacional». Sin embargo, esta cita tergiversa profundamente la definición de poder de Morgenthau. Esto es evidente cuando Morgenthau afirma que «El poder puede comprender cualquier cosa que establezca y mantenga el poder del hombre sobre el hombre …. desde la violencia física hasta los vínculos psicológicos más sutiles por los que una mente controla a otra» (Morgenthau, 1965: 9). Para Morgenthau, el aspecto material más importante del poder son las fuerzas armadas, pero aún más significativo es el carácter, la moral y la calidad de gobierno de una nación (Morgenthau, 1956: 186). La validez de esta lectura de Morgenthau se ve reforzada cuando afirma «el poder …. tiende a ser equiparado con la fuerza material, especialmente de naturaleza militar, he subrayado más que antes sus aspectos inmateriales» (Morgenthau, 1965: 9). Así pues, Michael Williams (2005:109) tiene razón cuando afirma que las afinidades más estrechas con la concepción extremadamente amplia del poder de Morgenthau se encuentran en las obras de Michael Foucault y Pierre Bourdieu y no en la concepción estrecha y materialista del poder de la que a menudo se acusa al realismo.

Waltz ofrece una definición del poder o de las capacidades considerablemente más fina que la de Morgenthau. Su estimación del poder incluye los siguientes componentes: «tamaño de la población y del territorio, dotación de recursos, capacidad económica, fuerza militar, estabilidad política y competencia» (Waltz, 1979: 131). Aunque Waltz privilegia evidentemente los factores materiales, las dimensiones no materiales del poder también están presentes en su teoría, como lo demuestra su énfasis en la estabilidad política y la competencia. La razón del énfasis predominante de Waltz en el materialismo se debe a su compromiso con el realismo «científico». En consecuencia, Waltz limita su definición de poder a variables principalmente tangibles, ya que son mucho más fáciles de cuantificar.

Hay, pues, grandes diferencias entre Morgenthau y Waltz en su definición de poder. La forma de entender el poder por parte de los formadores supone una anomalía fundamental para la visión ortodoxa, ya que el poder «blando» supera al «duro» en el relato de Morgenthau. En este sentido, la posición de Waltz es mucho más fácil de conciliar con la visión tradicional. De hecho, la concepción del poder de Waltz, más bien estrecha, es predominantemente, pero no totalmente, materialista.

¿Por qué los Estados luchan por el poder?

Existe un amplio consenso dentro de la literatura de que los realistas clásicos y los neorrealistas responden a esta pregunta fundamental de manera opuesta. El realismo clásico supuestamente hace hincapié en la naturaleza humana, mientras que el neorrealismo sitúa la causalidad en el sistema internacional anárquico (Brown, 2005: 92). Esta sección pretende examinar los méritos de esta categorización comparando y contrastando los escritos de Morgenthau y Waltz.

La explicación de Morgenthau se limita principalmente, pero no únicamente, a la primera imagen que basa en un relato fijo y universalista de la naturaleza humana. El primer principio del realismo político deja claro este punto: «la política, como la sociedad en general, se rige por leyes objetivas que tienen sus raíces en la naturaleza humana» (Morgenthau, 1956: 4). Según Morgenthau, la lucha por el poder a nivel internacional es en gran medida el resultado del animus dominandi, el impulso del «hombre político» por dominar a los demás, un concepto influenciado por la metafísica de Nietzsche sobre la «voluntad de poder» (Peterson, 1999: 100-101). Sin embargo, Morgenthau va más allá de la naturaleza humana y pasa al segundo nivel de análisis. Considera al Estado como un reflejo colectivo de la voluntad de poder del hombre político y la unidad que lleva a cabo sus impulsos en la escena internacional. El Estado es, pues, el objeto referente de la teoría de Morgenthau y el agente que persigue el poder en los asuntos internacionales, lo que pone de manifiesto la dependencia de Morgenthau del nivel de la unidad. La tercera imagen también está presente en el relato de Morgenthau sobre la lucha por el poder. La anarquía no es la causa profunda de la competencia por el poder, sino una fuerza vital permisiva. La ausencia de un gobierno mundial significa que no hay restricciones a los deseos básicos del hombre, reflejados en el comportamiento estatal, de dominar a otros (Shimko, 1992: 290-293). Sin embargo, en un orden jerárquico, la búsqueda del poder quedaría abolida, ya que el animus dominandi estaría limitado por un leviatán global (Morgenthau, 1956: 477). Por lo tanto, el deseo innato de la naturaleza humana de dominar a los demás, que es la fuerza motriz del comportamiento estatal, sólo puede tener lugar mientras el sistema internacional siga siendo anárquico. A través de esta narrativa, Morgenthau también vincula elocuentemente los tres niveles de análisis.

Kenneth Waltz, sin embargo, considera a Morgenthau como un teórico de la primera imagen y critica su enfoque por tres motivos. En primer lugar, el relato de Morgenthau sobre la naturaleza humana es totalmente hipotético, ya que no podemos verificar empíricamente cuál es la verdadera naturaleza humana. Esto, a su vez, hace imposible evaluar la validez de su tesis (Waltz, 1959: 166). En segundo lugar, la concepción esencialista de Morgenthau sobre la naturaleza humana es problemática, ya que una constante no puede explicar la variación. Parafraseando a Waltz: si la naturaleza humana fue la causa de la guerra en 1914, fue por la misma razón la causa de la paz en 1910 (Waltz, 1959: 28). En tercer lugar, Waltz acusa a Morgenthau de reduccionismo, ya que éste intenta explicar el todo por la suma de las partes. El reduccionismo no da cuenta de por qué los patrones de la política internacional se repiten constantemente a pesar de que los actores y su carácter están en constante cambio (Waltz, 1979: 65, 74).

Para superar lo que Waltz considera deficiencias en el trabajo de Morgenthau, intenta localizar la causalidad en el nivel sistémico. En efecto, Waltz sostiene que el sistema internacional anárquico conduce inevitablemente a la lógica de la autoayuda y la política del poder. Según Waltz (1979: 87), los Estados que luchan por el poder simplemente siguen los dictados del sistema internacional para sobrevivir en un orden internacional en el que no hay un leviatán global que les ofrezca protección. Con esta explicación, Waltz intenta limitarse al nivel sistémico y evitar el «reduccionismo». Sin embargo, Waltz fracasa en este intento, ya que su teoría depende del nivel unitario para funcionar. Como han señalado Richard Ashley y Alexander Wendt, el estructuralismo waltziano presupone preferencias estatales. La anarquía internacional no puede impulsar a los Estados a luchar por el poder si no comparten ninguna ambición (Guzzini, 1998: 129). Waltz parece ser muy consciente de este punto y hace interferencia en el segundo nivel de análisis al suponer que los estados persiguen estrategias de supervivencia, con el fin de hacer operativa su teoría (Waltz, 1979: 91). Sin embargo, este deseo motivacional por sí solo no puede generar una competencia por el poder. Randall Schweller argumenta de forma convincente que en un sistema anárquico en el que el objetivo principal de todos los estados es la supervivencia, las unidades no tendrían ningún incentivo para perseguir el poder, ya que eso supondría el riesgo de socavar su objetivo principal: la supervivencia. En palabras de Schweller Waltz construye «un mundo de todos los policías y ningún ladrón» y, por tanto, debe realizar más intervenciones a nivel de las unidades e introducir objetivos revisionistas en su análisis para desencadenar la competencia por el poder (Schweller, 1996: 91-92). El reduccionismo parece así inevitable, incluso para Waltz.

Como se ha mostrado en esta sección, Morgenthau asigna las causas profundas de las luchas por el poder a la primera imagen, mientras que Waltz la atribuye a la tercera. Sin embargo, ambos estudiosos hacen uso también de otros niveles de análisis. Sin incorporar explicaciones tanto a nivel sistémico como a nivel de unidad, ni Morgenthau ni Waltz podrían explicar por qué los Estados persiguen el poder. La diferencia entre ambos radica en que el «enfoque ascendente» de Morgenthau toma como punto de partida la naturaleza humana y asciende por los niveles de análisis, mientras que el «enfoque descendente» de Waltz comienza en la tercera imagen y desciende lentamente hasta el nivel de las unidades, sin llegar nunca al nivel individual. Contrariamente a la sabiduría convencional, el realismo clásico de Morgenthau no puede considerarse una teoría de primera imagen estricta y el neorrealismo de Waltz no es una teoría puramente sistémica.

La dimensión crítica y normativa de la política del poder

Existen diferentes opiniones sobre el papel que desempeña el análisis normativo y crítico en el realismo clásico y el neorrealismo. Algunos afirman que ambas corrientes del realismo pasan por alto esta dimensión de la política (Burchill, 2001: 99), otros sostienen que este aspecto de la teorización sólo es evidente en el realismo clásico (Lebow, 2007: 53), mientras que una tercera corriente sostiene que los realistas de todo tipo están impulsados por una agenda normativa y crítica (Sorensen y Jackson, 2007: 77). Esta sección pretende aportar algo de claridad a esta importante cuestión.

El análisis crítico y normativo brilla en la obra de Morgenthau. Siguiendo a Hannah Arendt, Morgenthau hace una distinción entre la vita contemplativa y la vita activa, el primer concepto corresponde a la verdad y el segundo al poder. En el mundo de Morgenthau los dos reinos están enfrentados, ya que se orientan hacia objetivos diferentes. Mientras que la verdad intenta desenmascarar al poder por lo que realmente es, con el fin de abrir un espacio para los desafíos normativos y críticos al statu-quo, el poder intenta encubrirse y fingir ser el portador de la verdad y la justicia con la esperanza de mantener el orden existente. Morgenthau sostiene que la tarea del académico es decir la verdad al poder y exponerlo como lo que realmente es (Morgenthau, 1970: 14-15). Esta es la tarea que Morgenthau emprende cuando ataca implacablemente al liberalismo racional por aceptar acríticamente las relaciones de dominación, encubriéndolo bajo la bandera de la «racionalidad» y la «armonía de intereses» (Williams, 2005: 96). El liberalismo racional, entonces, sólo refuerza el statu-quo que, según Morgenthau, es contrario al propósito de la ciencia política como disciplina diseñada para desestabilizar el poder y provocar el cambio (Cozette, 2008: 8).

El enfoque de Morgenthau en Verdad y poder es también plenamente coherente con su principio clave: «el interés definido como poder». Esto se debe a que Morgenthau tiene una comprensión extremadamente amplia del poder, como ya se ha demostrado, pero también una definición casi ilimitada del interés nacional. Esto es evidente en el siguiente pasaje de La política entre las naciones: «Los objetivos que pueden perseguir las naciones en su política exterior pueden abarcar toda la gama de objetivos que cualquier nación ha perseguido o podría perseguir» (Morgenthau, 1965: 8-9). Haciéndose eco de Weber, Morgenthau sostiene así que un comportamiento prudente y ético puede formar parte del objetivo del Estado. De hecho, una buena política exterior «cumple tanto con el precepto moral de la prudencia como con el requisito político del éxito» (Morgenthau, 1965: 7). Sin embargo, Morgenthau reconoce claramente que los Estados pueden optar por no actuar de esa manera, ya que los principios morales no sirven como restricciones políticas eficaces (Williams, 2005: 187).

Aunque Waltz ha dicho la verdad al poder estadounidense desde al menos la década de 1970, su obra teórica está seca de compromiso crítico y normativo (Halliday et. al., 1998: 373). Sin embargo, la falta de interés de Waltz por el análisis normativo y crítico no se debe a la creencia de que las teorías deben explicar únicamente lo que uno espera (Waltz 1979: 6). Por lo tanto, otras explicaciones deben explicar la antipatía de Waltz hacia la teorización crítica y normativa, aquí hay dos interpretaciones plausibles. En primer lugar, la teoría de Waltz sostiene que la estructura determina el comportamiento de las unidades que la componen. En consecuencia, sólo los cambios estructurales pueden afectar a los resultados internacionales en la política mundial (Waltz, 1979: 108). Por lo tanto, hay muy poco espacio para la agencia en el mundo de Waltz y sería superfluo dedicarse a las prescripciones cuando son los factores sistémicos los que deciden en última instancia el comportamiento de los Estados. Waltz está abierto a la perspectiva de un cambio en la estructura del sistema internacional, pero lo considera un reto formidable, que probablemente no se produzca a corto plazo (Waltz, 1986: 329). En segundo lugar, Waltz escribió su libro durante el apogeo de la Guerra Fría, que se caracterizaba por la bipolaridad entre las dos grandes potencias de la época, Estados Unidos y la Unión Soviética. Dado que Waltz (1964: 881-909) sostiene que la distribución bipolar del poder es la forma más estable y pacífica de orden internacional, se sentía despreciado por el statu-quo y, por tanto, no tenía motivos para desafiarlo. Estas dos explicaciones podrían explicar el desinterés de Waltz por el análisis crítico y normativo.

Este último tema ha demostrado una fuerte división entre los escritos de Morgenthau y de Walt. Mientras que los primeros se comprometen abiertamente con el análisis crítico y normativo, los segundos no abordan estas preocupaciones en absoluto. Si sólo consideramos los escritos de Morgenthau y Waltz, la proclamación de Richard Ned Lebow parece ser correcta: sólo el realismo clásico se preocupa por la dimensión normativa y crítica de la política.

Conclusión

Este ensayo ha comparado y contrastado el realismo clásico de Hans Morgenthau con el neorrealismo de Kenneth Waltz. También ha examinado y desafiado la sabiduría convencional sobre lo que se supone que abarca el realismo como escuela de pensamiento y ha cuestionado algunas de las similitudes y diferencias que supuestamente existen entre el realismo clásico y el neorrealismo. Por lo tanto, este ensayo debe considerarse como una contribución al compromiso cada vez más sofisticado con el realismo en las RRII (Williams, 2007: 5).

La primera sección de este trabajo presenta la visión ortodoxa que mantiene que el realismo es: estado-céntrico, materialista, pesimista y empírico. La literatura convencional también sostiene que el realista clásico localiza la causalidad en la naturaleza humana, hace distinciones entre las potencias del statu quo y los estados revisionistas, enfatiza la importancia del statecraft y cree en una ciencia social subjetiva y difiere del neorrealismo en estos aspectos. En la segunda sección se examinó la definición de poder de Waltz y Morgenthau; mientras que el primero lo concebía en términos principalmente materiales, el segundo consideraba más importantes los factores inmateriales. La concepción del poder de Morgenthau es, pues, una anomalía respecto a la visión ortodoxa. La tercera sección compara los niveles de análisis en la obra de Morgenthau y de Waltz. El primero arraiga principalmente la búsqueda del poder en la naturaleza humana, mientras que el segundo hace hincapié en la anarquía internacional. Sin embargo, como se demostró, ambos estudiosos utilizan explicaciones a nivel estructural y de unidad en sus teorías. La oposición binaria entre el realismo clásico y el neorrealismo en términos de nivel de análisis, tal y como se presenta en la literatura de la L profunda, es por tanto falsa. La cuarta y última sección contrastó los aspectos normativos y críticos de los escritos de Morgenthau y Waltz. Aunque ambos estudiosos se ocupan principalmente de construir una teoría explicativa, el primero incorporó elementos críticos y normativos en su teoría. El concepto de Morgenthau de «decir la verdad al poder» demostró claramente este punto. Sin embargo, Waltz se mostró reacio a realizar un análisis normativo y crítico. Se dieron dos explicaciones para ello. En primer lugar, su teoría deja poco espacio para la agencia, lo que hace que las prescripciones políticas sean superfluas. En segundo lugar, se sintió despreciado por el mundo bipolar «estable y pacífico» durante la Guerra Fría y, por tanto, no tenía motivos para cuestionarlo. Los comentaristas que afirman que las consideraciones críticas y normativas están ausentes en el realismo pueden tener razón con respecto a Waltz, pero no a Morgenthau.

Este ensayo ha mostrado los problemas de intentar encajar las ideas de Waltz y especialmente de Morgenthau en etiquetas predefinidas como «realismo» o «realismo clásico» y «neorrealismo». El argumento no es que no haya un núcleo compartido dentro del realismo, sino que la categorización de sus defensores en varias etiquetas nos dice, en última instancia, muy poco sobre sus teorías y, en algunos casos, podría incluso malinterpretar completamente sus posiciones, como ha demostrado este ensayo. De hecho, restringir a las personas a una etiqueta reduce considerablemente la complejidad, la amplitud y la riqueza del pensamiento de los académicos y nos deja con una comprensión arbitraria, estéril y simplista de su trabajo. Sin embargo, este enfoque está desgraciadamente muy extendido en las relaciones internacionales y académicos que discrepan fundamentalmente de la esencia de la política internacional son agrupados arbitrariamente en una escuela de pensamiento a la que ni siquiera se adscriben. Ken Booth (2008: 510-526) ha sugerido recientemente una forma mejor de evaluar las contribuciones al campo de las relaciones internacionales. Booth aboga por pasar de etiquetar a las personas a etiquetar las ideas. Un movimiento hacia el etiquetado de las ideas no sólo haría justicia a las principales contribuciones hechas a nuestro campo, sino que también podría conducir a una comprensión más sobria y holística de la política internacional en extensión.

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Written by: Arash Heydarian Pashakhanlou
Written at: Aberystwyth University
Written for: Simona Rentea
Date written: 2009 (revised September 2010)

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