feromona

Una mirada más cercana

La liberación de feromonas es una de las diversas formas de comunicación no verbal que muchos animales utilizan para transmitir mensajes a otros miembros de la misma especie. La compleja estructura molecular de las feromonas permite que estos mensajes químicos contengan una gran cantidad de información, a menudo muy específica. La feromona liberada por las polillas del gusano de seda, aislada por primera vez en la década de 1950, es uno de los ejemplos mejor estudiados. La feromona bombykol, liberada por la hembra desde una glándula de su vientre, es detectable por los machos de los gusanos de seda hasta varios kilómetros de distancia. El macho identifica la sustancia química en el entorno con diminutos receptores en la punta de sus antenas y es capaz de acercarse a la hembra. Los avispones, al ser molestados, liberan una feromona de alarma que llama a otros avispones en su ayuda. Las feromonas de los ratones hembra pueden excitar a un ratón macho para que se aparee inmediatamente. Además de producir respuestas instintivas de comportamiento, las feromonas también pueden producir cambios en la fisiología de un animal, estimulando el inicio de la pubertad o provocando el celo. Las feromonas que utilizan los animales, como los gatos y los perros, para marcar su territorio pueden transmitir información sobre la especie, el sexo, la edad, el estatus social y reproductivo, el tamaño e incluso cuándo fue la última vez que estuvo en la zona. Pero, ¿pueden los humanos comunicarse también a través de sustancias químicas? En la década de 1970, Martha McClintock demostró que los ciclos menstruales de las mujeres que vivían juntas en dormitorios tendían a sincronizarse, un efecto que, según algunos, estaba mediado por las feromonas. A pesar de estas pruebas, todavía no se han encontrado receptores de feromonas en los humanos.

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