Los anfibios, como las ranas, los sapos, los tritones y las salamandras, son el grupo de vertebrados más amenazado del mundo. De las 6.800 especies evaluadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el 41% están clasificadas como amenazadas. Las principales amenazas para su supervivencia son bien conocidas e incluyen enfermedades, contaminación, pérdida de hábitat y cambio climático.
Las ranas también se enfrentan a otra amenaza menos conocida: los humanos recogen muchas especies de ranas como alimento. Este comercio propaga enfermedades, destruye sus hábitats y reduce el control de los mosquitos y las plagas agrícolas que comen las ranas. Pero se ha investigado muy poco sobre cómo afecta a las poblaciones de ranas.
En un estudio recientemente publicado, realizamos una investigación de campo en Turquía, donde la recolección de ranas ha tenido lugar durante unos 40 años, para evaluar su efecto. Descubrimos que, al ritmo actual, las ranas de agua de Anatolia -la principal especie recolectada en Turquía- podrían extinguirse en las zonas de mayor recolección en los próximos 15 a 30 años. Pero nuestra investigación también muestra que esta recolección podría gestionarse de forma más sostenible, lo que beneficiaría tanto a las ranas como a los habitantes de la región.
Demanda mundial
Las ancas de rana se asocian desde hace tiempo a la gastronomía francesa, pero la gente también las come en otros países europeos, Estados Unidos y Asia. La mayoría de estas ranas se capturan en estado salvaje en países alejados de donde se consumen, como el sudeste asiático y Oriente Medio. La recolección de ranas está regulada en diferentes grados en los distintos países, desde la prohibición total hasta la recolección no regulada.
Los mayores importadores son Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que los mayores exportadores son Indonesia y China. Según una estimación, cada año se envían internacionalmente entre 100 y 400 millones de ranas como alimento.
Este comercio ha afectado a las poblaciones de ranas de muchos países. Por ejemplo, cuando Francia y Rumanía prohibieron la caza comercial de ranas, las exportaciones de India y Bangladesh aumentaron en lo que se ha llamado un «efecto dominó de extinción.» Y cuando esos países adoptaron sus propias prohibiciones, Indonesia y China se convirtieron en proveedores.
Para este estudio, los miembros de nuestro equipo de investigación capturaron y marcaron casi 14.000 ranas en la región de Çukurova, en el sur de Turquía, una zona plana y fértil que se extiende a lo largo del mar Mediterráneo. A lo largo de tres años, realizamos un muestreo cuatro veces por temporada, marcando y liberando las ranas que encontrábamos en estanques, canales y arroyos y anotando cuando las recapturábamos posteriormente.
También observamos cómo se recolectan las ranas. Los recolectores suelen trabajar por la noche en grupos de tres o cuatro. En una noche, un recolector suele capturar entre 20 y 39 kilos de ranas, pero algunos consiguen recoger hasta 60 kilos, unas 3.000 ranas. Venden las ranas a las plantas de procesamiento por un precio que oscila entre 1,30 y 5,50 dólares por libra (entre 0,60 y 2,60 dólares por kilo), dependiendo de la demanda.
Las ranas acuáticas de Anatolia (Pelophylax spp) forman un complejo de especies compuesto por entre dos y cinco especies estrechamente relacionadas. Los exportadores de ranas utilizan la incertidumbre sobre cómo clasificar estas especies en su beneficio etiquetando todas las ranas como «rana comestible» cuando se comercializan en Europa, aunque la especie real conocida como rana comestible (Pelophylax esculentus) no vive en Turquía.
La mayoría de los consumidores no son conscientes de que no están comiendo lo que han llegado a conocer como «ranas comestibles», y mucho menos de dónde proceden sus ancas de rana, o qué impacto podría tener su consumo en las poblaciones naturales.
Ranas bajo presión
Utilizamos los datos que recogimos en un modelo de población -una representación matemática de cómo cambia una población de ranas a lo largo del tiempo-. Los científicos utilizan modelos como éste para estudiar las poblaciones de animales y plantas y prever su tamaño en el futuro. Uno de nosotros ha desarrollado estos modelos matemáticos y los ha aplicado a una gran variedad de especies. Requieren muchos datos, lo cual es una de las razones por las que ha habido pocos estudios que analicen los efectos de la recolección en las poblaciones de ranas.
Descubrimos que las poblaciones de ranas que estudiamos estaban disminuyendo rápidamente, en torno a un 20% al año. Según nuestros modelos, hay un 90% de posibilidades de que estas poblaciones de ranas se extingan en la región de Çukurova para el año 2050 si las tendencias de recolección continúan.
Sin embargo, no todas las poblaciones de ranas acuáticas de Anatolia se recolectan. Si un número suficiente de ranas se desplaza entre distintas regiones, existe la posibilidad de que recolonicen zonas que sufren extinciones locales.
Protegiendo las ranas y asegurando el sustento
La recolección de ranas en Turquía tiene un valor de casi 4 millones de dólares anuales. Nuestros cálculos muestran que Turquía exporta más de 36 millones de ranas al año, aproximadamente la mitad de ellas de la región de Çukurova. La recolección de ranas es el principal medio de vida de muchas personas en esta región. La mayoría de los recolectores tienen bajos ingresos, no tienen un trabajo permanente y no tienen beneficios sociales.
Una prohibición de la recolección de ranas haría desaparecer esta fuente vital de ingresos. Pero también lo haría la extinción de estas poblaciones locales de ranas.
La buena noticia es que es posible recolectar estas poblaciones a un ritmo sostenible. Hacerlo aumentaría la cosecha total y ayudaría a la economía local. Nuestro análisis muestra que el número total de ranas que se pueden cosechar de estas poblaciones a largo plazo es más alto a una tasa de cosecha moderada de alrededor del 5% al 10% de la población por año. Cuando esta proporción aumenta hasta el 20% o más, el riesgo de un colapso de la población aumenta bruscamente, y la cantidad total que se puede recolectar disminuye.
Reducir la tasa de recolección aseguraría tanto la supervivencia de las ranas como los medios de vida locales. Los primeros pasos podrían incluir la prohibición de recolectar ranas durante la época de apareamiento y la aplicación efectiva de límites de tamaño que permitan recolectar sólo las ranas más grandes. Este tipo de restricciones se utilizan habitualmente para otros tipos de alimentos capturados en la naturaleza, como los peces marinos, y hay muchas pruebas que sugieren que pueden ser eficaces.
Como parte de nuestra investigación, hemos puesto en conocimiento de los organismos gubernamentales pertinentes esta cuestión, y esperamos que las medidas que recomendamos se apliquen pronto. Con el declive de las ranas en todo el mundo, la reducción de las amenazas derivadas de la recolección supondría una importante contribución a la supervivencia de estas poblaciones.