Cada una de estas oraciones para los moribundos trata el tema desde una perspectiva diferente. Las dos primeras nos recuerdan la importancia de mantener nuestra alma lo más limpia posible en nuestro peregrinaje terrenal. En ellas se plantea la perspectiva de la muerte, independientemente de las circunstancias, como una experiencia para la que todos necesitaremos la compasión de nuestro Señor.
El tema de la limpieza del alma desempeña claramente un papel aquí también. La primera oración recuerda la línea de la Escritura en el libro del Apocalipsis sobre la gran multitud en la visión de San Juan cuyas ropas han sido blanqueadas «en la sangre del Cordero» (Apocalipsis 7:14; el Cordero es el famoso símbolo de Jesucristo).
Esta primera oración es también conocida como «Oración por los que están en su última agonía»:
Oh, misericordiosísimo Jesús, amante de las almas, te ruego que, por la agonía de tu Sacratísimo Corazón y por los dolores de tu Inmaculada Madre, limpies con tu propia sangre a los pecadores de todo el mundo que ahora están en agonía y van a morir hoy. Amén.
Corazón de Jesús, una vez en agonía, ten piedad de los moribundos.
La segunda de estas oraciones para los moribundos enseña la importancia de estar limpios de toda mancha de pecado antes de entrar en el cielo, lo que enlaza bien con la doctrina del purgatorio como limpieza de las almas cuyos pecados han sido perdonados pero aún no expiados del todo.
Dios todopoderoso y misericordioso, que has concedido a la humanidad remedios salvadores y el don de la vida eterna, mira con benevolencia hacia nosotros, tus siervos, y consuela a las almas que has hecho, para que, en la hora de su muerte, limpias de toda mancha de pecado, merezcan ser presentadas a Ti, su Creador, por las manos de los santos ángeles.Por Cristo nuestro Señor. Amén.
El autor hace referencia a la importancia de que el sacerdote dé a los moribundos su última comunión antes de la muerte, también llamada viático, (que significa «alimento para el camino»).
Recuerda también, Padre misericordioso y amoroso, a todos los enfermos y moribundos, y haz que en la soledad del sufrimiento cada uno «vuelva en sí», y como el pródigo del Evangelio descubra al fin tu amor y regrese al corazón del Padre. Ese Corazón tan generoso les ha dado la alegría de la vida y de la juventud, la esperanza y el deseo; y de él descienden, en bendición inopinada, todas las cosas buenas y agradables, todos los consuelos duraderos y las verdaderas delicias. Aliméntalos antes de que mueran con el Cuerpo y la Sangre de tu amado Hijo, para que nada falte a tu amor ni a su eterna beatitud. Amén,
Y, por último, tenemos esta «Oración a San José por los moribundos», que cuenta con el apoyo de la Trinidad, así como de San José, padre adoptivo de nuestro Señor, cuyo vasto patrocinio incluye el de una muerte feliz.
Padre eterno, por el amor que profesaste a San José, a quien elegiste por encima de todo para ocupar tu lugar en la tierra, ten piedad de nosotros y de los moribundos.
Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre, etc.
Hijo eterno de Dios, por el amor que profesaste a San José, que te protegió tan fielmente en la tierra, ten piedad de todos nosotros y de los que están muriendo.
Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre, etc.
Espíritu Divino eterno, por Tu amor hacia San José, que tan cuidadosamente protegiste a María, Tu santísima y amada esposa, ten piedad de nosotros y de los que están muriendo.
Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre, etc.
Un hilo conductor en todas estas oraciones por los moribundos es la petición de asistencia y misericordia de Dios. Cuanto más cerca estemos de Dios en esta vida, en la forma en que vivimos y participamos de sus sacramentos y seguimos sus mandamientos, más podremos morir con la seguridad de estar con Él para siempre en la próxima. Como escribió Santo Tomás de Aquino, «a esta vida eterna nos conduce nuestro Señor Jesucristo, que es Dios por los siglos de los siglos»
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