Haga una parada en la autopista 1 para visitar el Parque Estatal de Limekiln, donde descubrirá un trozo de la historia del siglo XIX mientras recorre senderos entre altísimas secoyas costeras. En este parque del Big Sur, a tres kilómetros al sur de Lucía, acampar, nadar (en el arroyo Limekiln y en una playa) y observar la vida marina tiene un gran atractivo, pero sin duda son los hornos históricos la atracción principal del parque.
Como su nombre indica, el Parque Estatal de Limekiln fue en su día el lugar de una floreciente operación de hornos de cal (más abajo, si se está rascando la cabeza), y los cortos paseos permiten no sólo explorar las ruinas de los hornos de cal, sino también visitar la mencionada playa y las cataratas de Limekiln.
La historia explica cómo, a finales de la década de 1880, la piedra caliza se extraía de una ladera cercana y se introducía en los enormes hornos. El intenso calor -con los fuegos de los hornos alimentados por las secoyas taladas- extraía cal pura, un ingrediente clave en el cemento de construcción, que se utilizaba en los edificios de San Francisco y Monterey.
Una vez que se agotaron todas las reservas cercanas de piedra caliza y secoyas, los hornos fueron abandonados. Poco a poco, el bosque se fue recuperando, y los rodales de secuoyas de segundo crecimiento de este parque constituyen hoy en día una agradable y sombreada escapada (por no hablar de su interesante pasado). En medio de este entorno intensamente naturalista, los cuatro hornos de hierro y piedra se alzan, marcados e imponentes, como monumentos de una civilización pasada. Es un contraste dramático que probablemente despertará la imaginación de los visitantes más experimentados.
Ponga una tienda de campaña -no se admite la acampada de coches ni de vehículos recreativos- en uno de los 29 campamentos situados junto al arroyo, frente a la playa y en el bosque. Puede reservar un sitio hasta con seis meses de antelación.