Esta lealtad volvió a aparecer en La Orden del Fénix, donde Colin demostró su valentía al estar entre los primeros miembros del Ejército de Dumbledore. Era un mago nervioso, difícilmente un batallador nato, pero su parentesco con Harry le hacía estar dispuesto a luchar en el lado del derecho, aunque eso amenazara con ponerlo firmemente en el camino del daño.
Él y el fiscal se estaban resistiendo a ella delante de sus propias narices, haciendo lo que ella y el Ministerio más temían, y cada vez que se suponía que debía estar leyendo el libro de Wilbert Slinkhard durante sus lecciones, se detenía en cambio en los satisfactorios recuerdos de sus encuentros más recientes, recordando cómo Neville había desarmado con éxito a Hermione, cómo Colin Creevey había dominado el maleficio Impedimento después de tres reuniones de duro esfuerzo, cómo Parvati Patil había producido una maldición reductora tan buena que había reducido a polvo la mesa que llevaba todos los furtivos.
Harry Potter y la Orden del Fénix
Es esta misma lealtad, quizá su característica definitoria, la que fue su perdición. En la Batalla de Hogwarts, Colin se rebeló contra las órdenes de mantenerse a salvo y se coló de nuevo en el castillo, permaneciendo, por última vez, al lado de Harry Potter. Y fue allí donde murió.
Entonces Neville estuvo a punto de toparse con él. Era la mitad de una pareja que llevaba un cuerpo desde los terrenos. Harry miró hacia abajo, y sintió otro golpe sordo en el estómago: Colin Creevey, aunque era menor de edad, debía de haberse escabullido al igual que Malfoy, Crabbe y Goyle. Era diminuto en la muerte.’¿Sabes qué? Puedo encargarme de él solo, Neville -dijo Oliver Wood, y se echó a Colin al hombro en un ascensor de bombero y lo llevó al Gran Comedor.
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte