Lo que sabemos sobre la vida del Buda histórico se puede esbozar a partir de las leyendas. Una de las más bellas interpretaciones literarias de la historia es la que cuenta Ashvaghosha en el siglo I de nuestra era. Se dice que el príncipe Siddhartha Gautama nació en el seno de la familia real Shakya, según algunos en el año 563 a.C., en un lugar llamado Lumbini, situado en el actual Nepal, al pie del Himalaya. En el momento de su nacimiento, los videntes predijeron que se convertiría en un gran rey o en un maestro iluminado. Si el príncipe viera las «cuatro visiones pasajeras» -la vejez, la enfermedad, la muerte y un asceta errante- renunciaría a su vida real y buscaría la iluminación.
Su padre, el rey, estaba decidido a que su hijo se convirtiera en un gran gobernante y trató de proteger al príncipe Siddhartha de estas cuatro realidades de la vida. Sin embargo, a la edad de 29 años, Siddhartha, con su cuadriguero, salió de los protegidos terrenos del palacio y, por primera vez, se encontró con el sufrimiento, que comprendió que era una parte inevitable de la vida. Vio cuatro vistas: un hombre encorvado por la vejez, una persona afligida por la enfermedad, un cadáver y un asceta errante. Fue la cuarta vista, la de un asceta errante, la que llenó a Siddhartha de un sentido de urgencia para averiguar lo que estaba en la raíz del sufrimiento humano.
Siddhartha dejó el lujo del palacio. Estudió y vivió una vida austera en el bosque con los principales maestros y ascetas de su tiempo. Sin embargo, descubrió que sus enseñanzas y sus severas austeridades corporales no le permitían responder a la cuestión del sufrimiento ni le proporcionaban una visión de cómo liberarse de él. Tras experimentar la vida de autoindulgencia en el palacio y luego la vida de abnegación en el bosque, finalmente se decantó por un «camino intermedio», un equilibrio entre estos dos extremos. Aceptando comida de una aldeana, recuperó su fuerza corporal y comenzó un viaje hacia el interior a través de la práctica de la meditación.