Introducción
La vida
En 1934, Carolina era un pueblo rural en las profundidades de la Gran Depresión y al borde de un gran cambio. En el breve lapso de la vida de Roberto Clemente Walker, el carácter de su pueblo natal -y de toda la isla- se transformaría de rural-agrícola a urbano-industrial.
Sin embargo, en el momento del nacimiento de Roberto -el quinto y último hijo de Melchor Clemente y Luisa Walker- las granjas y los bancos estaban fracasando, el desempleo era alto y muchos puertorriqueños pasaban hambre. El trabajo de Melchor como capataz en los campos de caña de azúcar mantenía la comida en la mesa de los Clemente. Los padres mantenían una disciplina moral -profundamente arraigada en las creencias religiosas- que influyó en Roberto a lo largo de su vida.
Los valores de su hogar se convirtieron en señas de identidad del carácter de Roberto. Nunca se apartó de ellos mientras navegaba por los peligros de la segregación, los desafíos del éxito profesional y los persistentes esfuerzos por americanizar su personalidad e identidad.
El béisbol caribeño llega a la mayoría de edad
El béisbol tomó por asalto a Puerto Rico. El juego fue introducido en la isla hacia finales del siglo XIX por jóvenes cubanos y puertorriqueños que habían estudiado en Estados Unidos. Con la ayuda de los esfuerzos de talentosos soldados estadounidenses que ayudaron a elevar el nivel de juego, el juego se extendió rápidamente durante los siguientes veinte años. Todos los pueblos y ciudades más grandes formaron equipos que compitieron por el campeonato de la isla. El primer torneo semiprofesional en Puerto Rico se jugó en 1938-39.
El béisbol tiene una historia similar en todo el Caribe. Se desarrollaron extensas ligas amateurs y profesionales latinoamericanas donde podían competir los mejores equipos. Los equipos podían jugar prácticamente todo el año, desplazándose desde México a Centroamérica, a Cuba y a Puerto Rico.
Antes de la integración racial de las grandes ligas, las estrellas de las Ligas Negras de Estados Unidos comenzaron a utilizar su temporada baja para jugar en el Caribe. Trajeron nuevos talentos y nuevas emociones. El nivel de juego aumentó hasta tal punto que atrajo a los jugadores blancos de las Grandes Ligas que querían perfeccionar sus habilidades en la temporada baja. En 1947, los Yankees de Nueva York, campeones de la Serie Mundial, viajaron a Puerto Rico para disputar un partido de exhibición con los Leones de Ponce… y fueron derrotados.
Los ojeadores de las Grandes Ligas exploraron las ligas caribeñas en busca de reclutas de bajo costo y alto impacto. A medida que los primeros jugadores puertorriqueños empezaron a encontrar su camino hacia los profesionales en el continente, la emoción creció en casa. A principios de la década de 1950, cuando Roberto Clemente alcanzó la mayoría de edad, la fiebre del béisbol en Puerto Rico había alcanzado cotas sin precedentes.
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