Como coach sexual, uno de los problemas que mis clientes mencionan con más frecuencia en mis sesiones es la falta de satisfacción sexual. Esto suele deberse a una educación religiosa, a heridas y bloqueos en torno al sexo, y a una vergüenza y culpa profundamente arraigadas en torno a nuestros deseos eróticos. Lo escucho tanto de hombres como de mujeres, de personas de 30 años y de personas de 70 años.
Independientemente del género, la edad o los antecedentes, todos anhelamos una intimidad que esté conectada, llena de placer y profundamente satisfactoria. Sin embargo, luchamos por crear eso porque la sociedad en la que vivimos no apoya la expresión sexual saludable y no nos proporciona fuentes fácilmente accesibles de educación e información de calidad sobre nuestro erotismo.
Puedo relacionarme realmente con esta lucha porque durante muchos años mi propia sexualidad estuvo fuertemente reprimida. Arrastraba muchas heridas sexuales, vergüenza y culpa en torno a mi placer erótico y, como resultado, me resultaba difícil crear una experiencia llena de gozo sensual. Crecí en un hogar religioso y desde muy joven aprendí que la desnudez estaba mal, que el sexo era inapropiado y que era mejor dejar mis genitales en paz.
Supongo que fue esta profunda represión la que finalmente me empujó más allá de mi límite y hacia el estudio del Tantra y la sexualidad. Estaba frustrada y en el fondo de mi corazón, sabía que había más en el sexo que la fricción genital. Ansiaba una unión profundamente conectada, quería llegar al orgasmo con facilidad y experimentar un placer dichoso, no de vez en cuando, ¡sino cada vez!